martes, 5 de noviembre de 2013

¿QUÉ HAY DETRÁS DE LAS BARBAS DE LOS FILÓSOFOS?

   La idea fundamental de este artículo, que une filosofía y barbas, procede de  Wikipedia, concretamente de un apartado dentro de la voz inglesa “beard”, barba, titulada “Las barbas de los filósofos”, y que, a continuación, paso a resumir en lo esencial, pero ampliando otros aspectos.





   Existe un proverbio inglés, “the beard does not make the sage”, que es equivalente a nuestro “el hábito no hace al monje”, y que destaca la relación entre las barbas y la sabiduría o la filosofía, y es que, si miráis las imágenes del libro de texto de Historia de la Filosofía, o el fresco de Rafael, “La Escuela de Atenas”, veréis que todos los filósofos de la antigua Grecia llevaban barba. ¿Cuál es la razón de esta uniformidad estética? Ni más ni menos que en la antigua Grecia la barba era la “moda”, y su significado es ser un signo de masculinidad, tomándose su falta por señal de afeminamiento. Es más, incluso en la época homérica, y tal como el poeta canta en sus versos, tenía un sentido sagrado, y era frecuente que, cuando una persona quería suplicarle a otra, lo hiciese tocando su barba. A tal punto llegaba la consideración de la barba, que los espartanos castigaban a los cobardes afeitándoles una parte de la barba, para que llevaran inscrito en su propio cuerpo, y de forma visible el gran defecto que tenían.

   Así, vemos que el hecho de que los filósofos griegos llevaran barba no era otra cosa más que seguir los criterios de “normalidad” que toda cultura y sociedad establece para sus miembros. Pero, conforme la filosofía fue creciendo, y todos sus cultivadores tenían barba, pasó a hacerse la asociación de hombre con barba = filósofo o sabio.





   La época dorada de Atenas acaba cuando Macedonia comienza su expansión territorial, que culmina con el Imperio de Alejandro Magno (Pella, 356 a C. – Babilonia, 323 a C.), y es precisamente Alejandro quien, tras llegar a Persia, y ver a sus hombres afeitados y acicalados, cuando impone tal costumbre a sus tropas, entre otras razones para hacer a sus hombres menos vulnerables a los ataques de los enemigos, ya que pensó que las barbas podían servir como asideros a los enemigos para derribar a los soldados y matarlos con más facilidad. Así se impone esta nueva moda que se extiende por todo el territorio conquistado por el joven macedonio, donde llevaba la civilización griega. Por ello, la cara afeitada pasó a ser considerada un símbolo de civilización, y vive una época de éxito equiparada a la lengua y la cultura griegas.





   Aristóteles (384 a C. – 322 a C.), preceptor de Alejandro Magno y filósofo, se encuentra ante la tesitura: ¿seguir la moda ateniense o la macedonia? .Esta doble condición de Aristóteles lo llevó, al final de su vida, a ser expulsado de Atenas, por considerarlo un espía de Macedonia. Aristóteles, en lo tocante a las barbas, llegó a una solución intermedia – muy virtuoso – entre los dos extremos: llevaba una barba cuidadosamente recortada, la cual lo identificaba como filósofo, pero su cuidado y recortes lo hacían estar a la moda macedonia.






   Pero ya en el horizonte comienza a apuntar una nueva potencia, Roma, que va gestando su identidad nacional sobre unos valores propios, como eran la vida austera, la disciplina militar, el respeto a los mayores… y la cara afeitada. Tan importante era en la vida romana, que el primer afeitado de un joven era considerado un rito iniciático – de entrada a la vida adulta - , y ese día se hacía fiesta, y se le entragaba la toga virilis o vestimenta adulta, y la barba sólo la dejaría crecer en señal de duelo. Publio Cornelio Escipión ( Escipión el Africano, 235 a C. – 183 a C.), procónsul, general y senador de la República Romana fue un público defensor del afeitado de cara como seña de identidad de los romanos y elemento diferenciador de los griegos, considerados decadentes. Desde entonces se asocia en Roma la barba a suciedad y mugre.

   Pero también Roma acabó sucumbiendo al encanto de la civilización griega.
En el año 168 a C., Roma había conquistado Macedonia, y la había dividido en cuatro repúblicas, siendo Atenas una de ellas. En el año 156 a C. el Senado de Roma impuso a Atenas una multa por haber saqueado la ciudad de Oropo, y Atenas manda a Roma una embajada integrada por tres filósofos para que le perdonaran la deuda. Esta embajada es conocida como la EMBAJADA DE LOS TRES FILÓSOFOS, y tenéis una magnífica explicación de la misma, con rigor y claridad, a cargo de Encarnación Lorenzo, en el siguiente enlace:http://quintadelmochuelo.blogspot.com.es/2010/06/la-expulsion-de-los-filosofos.html


   Los tres filósofos que envió Atenas a Roma fueron: Carnéades (213 – 126 a C.), miembro de la Academia platónica, Diógenes de Babilonia (230 – 150 a C.), estoico y Critolao de Falesis (200 – 118 a C.), peripatético, miembro del Liceo aristotélico, y, por supuesto, los tres llevaban una barba poblada. Estos tres oradores deslumbraron a los romanos con su oratoria…y sus barbas, comenzando así la asociación en Roma de filósofo como ser- con- barba.

   Pero – siguiendo el artículo de Encarnación Lorenzo que más arriba os he indicado – no todo el mundo quedó fascinado con los filósofos griegos, sino que la parte más conservadora de la sociedad romana, encabezada por Catón el Viejo (234 – 149 a C.), veía en la educación griega un serio peligro para los valores de la juventud romana, que, según Catón, debía seguir el cursus honorum centrado en la enseñanza militar y política y no en disquisiciones en lenguaje florido acerca de cuestiones universales poco pragmáticas. La postura de Catón ganó, y los filósofos fueron expulsados, pero la semilla helenizante ya había prendido en Roma, hasta el punto de que el emperador Adriano (76 – 138 d C.), fascinado por el mundo griego, se dejó crecer la barba (aunque según Plutarco (46 – 120 d C.), lo hizo para ocultar unas marcas en su cara).





   La filosofía romana se desarrolló siguiendo los pasos de las escuelas morales helenísticas (cinismo, epicureísmo, estoicismo, escepticismo ), y llegó a ser cuna de grandes filósofos estoicos, como Séneca (4 – 65 d C.), Marco Aurelio (121 – 180 d C.) o Epícteto (50 – 130 d C.), esclavo liberto que llevaba una florida barba que él consideraba mucho más que un simple aditamento; según él, era algo “casi sagrado”, que transforma los hábitos de la persona – en cuanto que decide llevar a la práctica la decisión de no afeitarse – y que implica llevar un modo de vida que no tiene en consideración la opinión de los demás sobre uno mismo, ya que para él lo único importante es vivir conforme a la naturaleza, la razón y no las convenciones sociales. Epícteto llegó a huir de Roma cuando reinaba Domiciano (51 – 96 d C.), quien persiguió a los filósofos tras afeitar la cabeza y la barba del filósofo Apolonio de Tiana (3 – 97 d C.), a quien acusó de magia y de actividades antiestatales (Domiciano era un tirano, y cuando Apolonio se dirigió a Roma durante su mandato, dijo que iba a Roma “ a ver qué especie de animal es un tirano”).Pero , a pesar de todo, Epícteto afirmaba que estaba dispuesto a dejarse decapitar antes que peder su barba.

      



Para finalizar, y como curiosidad, en Roma, cada escuela filosófica podía identificarse por la forma de la barba de sus discípulos, que son las siguientes:

a)     Cínicos. Llevaban barbas largas y descuidas para simbolizar su desprecio por lo externo y las convenciones sociales.
b)      Estoicos. Barbas más cuidadas, ya que, según ellos, se pueden atender a ciertas convenciones sin perder de vista la superioridad de la virtud.
c)      Peripatéticos. Barbas muy cuidadas, siguiendo a Aristóteles y su creencia de que los bienes materiales y el status social eran, junto a la virtud, ingredientes de una vida buena.