lunes, 14 de octubre de 2013

recursos para ética de 4º


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MITO DEL CARRO ALADO



Otro resumen de lo más esencial del Mito del Carro Alado, que podéis encontrar en el diálogo Fedro, de Platón, aquel que comentamos que es el único en el que Sócrates sale de Atenas, y, junto a Fedro, hablan de la belleza, el amor y los discursos. Espero que estos "aperitivos" os impulsen a querer leer más del autor.



Mito del Carro Alado
Alegoría que utiliza Platón para describir las partes del alma y el afán humano por el conocimiento y el ser.






En el diálogo “Fedro” Platón trata la cuestión del la esencia y partes del alma. Comienza señalando que parece más adecuada, dada la dificultad del tema, la exposición alegórica que la investigación racional e inmediatamente nos presenta el mito del carro alado. Veamos un resumen literal del mismo: el alma es como una fuerza natural que mantiene unidos un carro y su auriga, sostenidos por alas. Los caballos y los aurigas de los dioses son todos ellos buenos; los de los hombres no. En nuestro caso, el auriga guía una pareja de caballos, uno hermoso y bueno, otro feo y malo, por lo que para nosotros la conducción resultará dura y difícil.
 El alma tiene como tarea el cuidado de lo que es inanimado y recorre todo el cielo. Cuando es perfecta vuela por las alturas y administra todo el mundo; en cambio la que ha perdido las alas es arrastrada hasta que se apodera de algo sólido donde se establece tomando un cuerpo terrestre. A causa de la fuerza del alma, este cuerpo parece moverse a sí mismo y ambos ― cuerpo y alma ― reciben el nombre de ser viviente.

 La fuerza del ala consiste en llevar hacia arriba lo pesado , elevándose hacia el lugar en donde habitan los dioses. Lo divino es hermoso , sabio y bueno y esto es lo que más alimenta y hace crecer las alas; en cambio lo vergonzoso, lo malo y todas las demás cosas contrarias a aquellas las consume y las hace perecer. Dirigidas por Zeus, las almas de los dioses y las de los hombres marchan por el cielo ordenando y cuidando todo. Después de realizar su tarea van a buscar su alimento hacia el mundo supraceleste, hacia la realidad que se encuentra más allá de la bóveda del cielo. En ese lugar se halla la Justicia , la esencia cuyo ser es realmente ser, el ser incoloro, intangible ,cuya esencia es sólo vista por el entendimiento, piloto del alma, y alrededor de la que crece el verdadero Saber, pero no la ciencia de lo que nace y muere, de lo relativo, sino la ciencia de lo que es verdaderamente ser.

 Las almas de los dioses, dado que son conducidas por dos caballos buenos y dóciles,ascienden sin problemas. La mente de los dioses se nutre de un saber y entender puro por lo que al ver lo que allí se encuentra, se alimenta, se llena de contento y descansa hasta que el movimiento, en su ronda, la vuelve a su sitio. Las almas de los hombres suben con dificultad pues el caballo que tiene mala constitución es pesado e inclina y fatiga al auriga que no lo ha alimentado convenientemente. Así se encuentra el alma con su dura y fatigosa prueba.
 De las almas humanas, la que mejor ha seguido al dios y más se le parece consigue ver algo, otras no pueden alcanzar la visión del ser, por lo que les queda la opinión por alimento, “el porqué de todo este empeño por divisar dónde está la llanura de la Verdad, se debe a que el pasto adecuado para la mejor parte del alma es el que viene del prado que allí hay, y el que la naturaleza del ala, que hace ligera al alma, de él se nutre.” Las almas que no han podido vislumbrar nada de lo que allí se encuentra se van gravitando llenas de olvido y dejadez, pierden las alas y caen a tierra.
Las siguientes tesis resumen la interpretación más sencilla del mito:
·         el alma es el principio de vida gracias al cual los seres vivos pueden realizar los movimientos que le son propios;
·         las cosas naturales están dirigidas y controladas por la divinidad (hipótesis providencialista y teleológica que luego encontraremos en gran parte de la filosofía posterior);
·         el alma humana participa de algún modo de la naturaleza divina , pero también de un principio opuesto que la pervierte y la hace caer al mundo de la finitud, contingencia y muerte;
·         la parte más excelente del alma humana es semejante ala mente de los dioses y, como la de ellos, se nutre del conocimiento;
·         frente a la realidad física, más allá de la Naturaleza ,en el “ámbito supraceleste”, se encuentra la auténtica realidad, el ser verdadero caracterizado como la esencia que permanece siempre idéntica a sí misma , que carece de propiedades físicas (“incolora e intangible”) y se ofrece sólo al entendimiento (dualismo ontológico);
·         nuestro destino está en ese mundo perfecto, mundo al que se llega básicamente mediante la Ciencia de lo absoluto (la filosofía o dialéctica) no mediante el conocimiento de lo relativo y mudable (la opinión);
·         cuando se encarna, el alma olvida aquello que ha conseguido vislumbrar en el mundo supraceleste (rudimentos de la teoría de la reminiscencia);
·         es habitual también buscar la correspondencia de las partes del alma con los elementos que aparecen en el mito del carro alado: el auriga representa la parte racional, destinada a la dirección de la vida humana ,al conocimiento y lo más divino que se encuentra en nosotros; el caballo bueno representa la parte irascible, aquello que permite al alma la realización de acciones buenas y bellas; el caballo malo y rebelde representa la parte concupiscible , aquello que fomenta en nosotros deseos y pasiones y que nos impulsa hacia el ámbito de lo sensible.
Este mito resume perfectamente la propuesta que recorre la totalidad de la filosofía platónica: realizar en esta vida y de forma radical la belleza, verdad y bondad (dado que “lo divino es hermoso, sabio y bueno y esto es lo que más alimenta y hace crecer las alas”).
"Sobre su inmortalidad, pues, basta con lo dicho. Acerca de su idea debe decirse lo siguiente: descubrir cómo es el alma sería cosa de una investigación en todos los sentidos y totalmente divina, además de larga; pero decir a qué es semejante puede ser el objeto de una investigación humana y más breve; procedamos, por consiguiente, así. Es, pues, semejante el alma a cierta fuerza natural que mantiene unidos un carro y su auriga, sostenidos por alas. Los caballos y aurigas de los dioses son todos ellos buenos y constituidos de buenos elementos; los de los demás están mezclados. En primer lugar, tratándose de nosotros, el conductor guía una pareja de caballos; después, de los caballos, el uno es hermoso, bueno y constituido de elementos de la misma índole; el otro está constituido de elementos contrarios y es él mismo contrario. En consecuencia, en nosotros resulta necesariamente dura y difícil la conducción.
       Hemos de intentar ahora decir cómo el ser viviente ha venido a llamarse "mortal" e "inmortal". Toda alma está al cuidado de lo que es inanimado, y recorre todo el cielo, revistiendo unas veces una forma y otras otra. Y así, cuando es perfecta y alada, vuela por las alturas y administra todo el mundo; en cambio, la que ha perdido las alas es arrastrada hasta que se apodera de algo sólido donde se establece tomando un cuerpo terrestre que parece moverse a sí mismo a causa de la fuerza de aquella, y este todo, alma y cuerpo unidos, se llama ser viviente y tiene el sobrenombre de mortal. En cuanto al inmortal, no hay ningún razonamiento que nos permita explicarlo racionalmente; pero, no habiéndola visto ni comprendido de un modo suficiente, nos forjamos de la divinidad una idea representándonosla como un ser viviente inmortal, con alma y cuerpo naturalmente unidos por toda la eternidad. Esto, sin embargo, que sea y se exponga como agrade a la divinidad. Consideremos la causa de la pérdida de las alas, y por la que se le desprenden al alma. Es algo así como lo que sigue.

       La fuerza del ala consiste, naturalmente, en llevar hacia arriba lo pesado, elevándose por donde habita la raza de los dioses, y así es, en cierto modo, de todo lo relacionado con el cuerpo, lo que en más grado participa de lo divino. Ahora bien: lo divino es hermoso, sabio, bueno, y todo lo que es de esta índole; esto es, pues, lo que más alimenta y hace crecer las alas; en cambio, lo vergonzoso, lo malo, y todas las demás cosas contrarias a aquellas, las consume y las hace perecer. Pues bien: el gran jefe del cielo, Zeus, dirigiendo su carro alado, marcha el primero, ordenándolo todo y cuidándolo. Le sigue un ejército de dioses y demonios ordenado en once divisiones pues Hestia queda en la casa de los dioses, sola. Todos los demás clasificados en el número de los doce y considerados como dioses directores van al frente de la fila que a cada uno ha sido asignada. Son muchos en verdad, y beatíficos, los espectáculos que ofrecen las rutas del interior del cielo que la raza de los bienaventurados recorre llevando a cabo cada uno su propia misión, y los sigue el que persevera en el querer y en el poder, pues la Envidia está fuera del coro de los dioses. Ahora bien, siempre que van al banquete y al festín, marchan hacia las regiones escarpadas que conducen a la cima de la bóveda del cielo. Por allí, los carros de los dioses, bien equilibrados y dóciles a las riendas, marchan fácilmente, pero los otros con dificultad, pues el caballo que tiene mala constitución es pesado e inclina hacia la tierra y fatiga al auriga que no lo ha alimentado convenientemente. Allí se encuentra el alma con su dura y fatigosa prueba. Pues las que se llaman inmortales, cuando han alcanzado la cima, saliéndose fuera, se alzan sobre la espalda del cielo, y al alzarse se las lleva el movimiento circular en su órbita, y contemplan lo que está al otro lado del cielo.

       A este lugar supraceleste, no lo ha cantado poeta alguno de los de aquí abajo, ni lo cantará jamás como merece, pero es algo como esto -ya que se ha de tener el coraje de decir la verdad, y sobre todo cuando es de ella de la que se habla-: porque, incolora, informe, intangible esa esencia cuyo ser es realmente ser, vista sólo por el entendimiento, piloto del alma, y alrededor de la que crece el verdadero saber, ocupa, precisamente, tal lugar. Como la mente de lo divino se alimenta de un entender y saber incontaminado, lo mismo que toda alma que tenga empeño en recibir lo que le conviene, viendo, al cabo del tiempo, el ser, se llena de contento, y en la contemplación de la verdad, encuentra su alimento y bienestar, hasta que el movimiento, en su ronda, la vuelva a su sitio. En esta giro, tiene ante su vista a la misma justicia, tiene antes su vista a la sensatez, tiene ante su vista a la ciencia, y no aquella a la que le es propio la génesis, ni la que, de algún modo, es otra al ser en otro -en eso otro que nosotros llamamos entes-, sino esa ciencia que es de lo que verdaderamente es ser. Y habiendo visto, de la misma manera, todos los otros seres que de verdad son, y nutrida de ellos, se hunde de nuevo en el interior del cielo, y vuelve a su casa. Una vez que ha llegado, el auriga detiene los caballos ante el pesebre, le echa pienso y ambrosía, y los abreva con néctar.

       Tal es pues la vida de los dioses. De las otras almas, la que mejor ha seguido al dios y más se le parece, levanta la cabeza del auriga hacia el lugar exterior, siguiendo, en su giro, el movimiento celeste, pero, soliviantada por los caballos, apenas si alcanza a ver los seres. Hay alguna que, a ratos, se alza, a ratos se hunde y, forzada por los caballos, ve unas cosas sí y otras no. Las hay que, deseosas todas de las alturas, siguen adelante, pero no lo consiguen y acaban sumergiéndose en ese movimiento que las arrastra, pateándose y amontonándose, al intentar ser unas más que otras. Confusión, pues, y porfías y supremas fatigas donde, por torpeza de los aurigas, se quedan muchas renqueantes, y a otras muchas se les parten muchas alas. Todas, en fin, después de tantas penas, tiene que irse sin haber podido alcanzar la visión del ser; y, una vez que se han ido, les queda sólo la opinión por alimento. El porqué de todo este empeño por divisar dónde está la llanura de la Verdad, se debe a que el pasto adecuado para la mejor parte del alma es el que viene del prado que allí hay, y el que la naturaleza del ala, que hace ligera al alma, de él se nutre. Así es, pues, el precepto de Adrastea. Cualquier alma, que, en el séquito de lo divino, haya vislumbrado algo de lo verdadero, estará indemne hasta el próximo giro y, siempre que haga lo mismo, estará libre de daño. Pero cuando, por no haber podido seguirlo, no lo ha visto, y por cualquier azaroso suceso se va gravitando llena de olvido y dejadez, debido a este lastre, pierde las alas y cae a tierra"
Fedro, 246 d 3- 248 d




BREVE RESUMEN DEL FEDÓN DE PLATÓN



     Aquí os pongo un brevísimo resumen del diálogo Fedón , de Platón que hice hace unos años. Como hemos tratado en clase de este diálogo y los planteamientos acerca del alma y sus caminos para volver a contemplar el mundo de las ideas, creo que os puede resultar de utilidad.

            FEDÓN. Platón.



El Fedón es uno de los diálogos de la época central de Platón, junto con El Banquete, Fedro, y La República. En él se cuenta la última noche de Sócrates en la cárcel; a la mañana siguiente, al amanecer debe beber la cicuta, y permiten que los amigos pasen con él hablando esa última noche. Sorprende la serenidad de Sócrates frente a la falta de ella de los amigos, que llegan a llorar al final, como Critón. Los temas que tratan son la muerte, la filosofía la inmortalidad del alma y el dominio de las pasiones como caminos de purificación.

Los personajes son Ecquécrates, Fedón, Apolodoro, Cebes, Simmias, Critón, Jantipa (mujer de Sócrates) y el Sirviente de los Once (el encargado de darle la cicuta a Sócrates).

El diálogo comienza cuando se encuentran Ecquécrates y Fedón; éste último estuvo en la celda de Sócrates la última noche y fue testigo de su muerte, y se lo relata a Ecquécrates. Fedón destaca la serenidad y alegría que siente al haber podido participar de este acontecimiento y de los pensamientos y las reflexiones que hizo el filósofo. Relata que todos los amigos iban a visitarlo en prisión mientras duró la condena y se ejecutó la sentencia. Ese último día también estaba la mujer de Sócrates, Jantipa, a la que Sócrates echa, pues se pone a llorar y Sócrates comienza diciendo que no es motivo de llanto la muerte, sino de alegría y serenidad, pues está convencido de pasar a una situación mejor que la de la vida terrena. Sócrates no es partidario del suicidio, puesto que hay que esperar lo que la divinidad nos mande,  pero envidia a todo aquel que muere, ya que el filósofo desea liberarse de la tortura del cuerpo.

Para Sócrates – y Platón – la muerte es la liberación del alma que está aprisionada en el cuerpo, que es el barro, lo temporal y la maldad. En la filosofía platónica el alma es inmortal, y su lugar natural es hallarse alrededor del mundo de las Ideas, contemplando estas verdades eternas e inmutables; el nacimiento supone una caída de esta felicidad y quedar atrapado en la suciedad y el barro, y el alma, olvidando todo  lo que contempló queda “atontada” en esta realidad, pero quiere liberarse. Esa liberación o purificación vendrá, desde la filosofía platónica, por tres vías – que más tarde se expondrán en este diálogo y los otros de madurez arriba citados – que son : AMOR, MUERTE Y FILOSOFÍA. El cuerpo y lo material tiene en Platón un sentido tan negativo porque introduce la temporalidad, y ésta significa destrucción, degeneración y estar sometidos a las pasiones, que nos distraen de nuestro objetivo, que es cultivar el alma para que pueda volver a “tener alas” y ascender de nuevo a la contemplación de las Ideas o Formas Suprasensibles.

Sócrates, en el diálogo que nos ocupa, afirma que el hombre que ha dedicado su vida a la filosofía no teme morir, ya que muere con la esperanza de que “a partir de esta vida disfrutará de goces sin fin”; la vida del filósofo es entendida así como una preparación para la muerte.

La MUERTE es la separación del cuerpo y el alma, y el filósofo no se preocupa en exceso del cuerpo y por gozar las “voluptuosidades del cuerpo”, pues ello significa estar cerca de la muerte. El cuerpo es entendido también como un obstáculo para la adquisición de la ciencia, porque los sentidos nos llevan al error. El alma alcanza las verdades universales, el verdadero conocimiento y la justicia a pesar de los sentidos, superando los sentidos, que embrollan al alma y suponen un obstáculo para alcanzar su objetivo. El cuerpo demuestra también Sócrates que es malo, pues intentar contentarlo, darle cosas materiales y placeres es el origen de guerras y combates. Por todo ello, demuestra Sócrates que LA MUERTE ES UNA PURIFICACIÓN DEL ALMA, Y COMO TAL LA DESEA. Es así que esta purificación es la tarea de la vida del filósofo, y sería una contradicción intentar regirla en le momento que llega, pues demostraría que sólo se interesa por el cuerpo y no por el alma. “La verdadera virtud es la purificación de toda clase de pasiones”.
Interviene entonces Cebes, apostillando que el miedo a la muerte viene de pensar que el alma se disgrega y desaparece al morir. Responde Sócrates con una demostración acerca DE LA NATURALEZA DEL ALMA: El alma permanece en algún lugar tras la muerte del cuerpo, y preparándose para otras reencarnaciones; el alma contempla las Ideas mientras está ahí, y por ello, cuando llega al mundo de los sentidos es capaz, con las técnicas y el control adecuado, de RECORDAR lo que ya vio en el mundo de las Ideas; por ello EL CONOCIMIENTO ES SOLO REMINISCENCIA, recuerdo de lo que el alma ya había visto, y no conocimiento nuevo, construido y adquirido en la vida sensible. Sócrates demuestra la inmortalidad del alma de esta manera: si sabemos interrogar a alguien, llegaremos a descubrir las verdades escondidas dentro de su alma. Sócrates lo ilustra con la idea de igualdad, que no aprendemos por la experiencia, y por ello, no queda más que admitir que es algo que ya está en nuestra alma previamente. Lo que sucede es que al nacer y contaminarnos de materia, olvidamos tales conocimientos.

Las cosas sensibles desaparecen; las Ideas o esencias permanecen. El hombre es cuerpo y alma en una misma realidad ( a esta afirmación se la conoce como DUALISMO ANTROPOLÓGICO). Cuando ambos están unidos el alma manda sobre el cuerpo; luego el cuerpo se disuelve y el alma continúa existiendo.

La SABIDURÍA es una preparación para la muerte, para ver las cosas divinas, y solo alcanzará ese visión cuando se haya liberado del cuerpo; el que se deje guiar por él, se reencarnará en algo peor (“cuerpos de asnos o algo semejante”). Los filósofos renuncian a los placeres de del cuerpo y a los honores. El alma del filósofo sale de la oscuridad de los sentidos para acercarse al mundo inteligible.

Sócrates habla de los cisnes, animales de Apolo y adivinatorios; según él, cantan cuando contemplan las excelencias del mundo divino.

Simmias le dice a Sócrates que no considera suficientes las pruebas que ha dado sobre la inmortalidad del alma: si el cuerpo es armónico, a esa armonía se puede llamar alma, y no está en ningún lado; por ello, al romperse el cuerpo, aquella desaparece.Cebes continúa: si el alma transmigra de un cuerpo a otro, ¿no se estropea de tanto pasar? Sócrates responde: ¿está todos de acuerdo en que el conocimiento es reminiscencia? Si es así, la idea de armonía es previa a la armonía sensible, producida por el cuerpo (su argumento anti inmortalidad). Pero esa armonía la produce el alma al someter al cuerpo.


Sócrates contesta a Cebes. Cebes se había referido al alma en la METEMPSÍCOSIS o transformación, temiendo que ésta se estropease. A ello le contesta Sócrates que al conocimiento de las verdades no se llega por el conocimiento sensible, pero que el camino a seguir es largo y podemos quedar cegados por las verdades que alcanzaremos. Sócrates comenzará la demostración de que “existe algo bueno, bello y grande por sí mismo”.  Si existe la belleza es porque participa de la Belleza, no porque la compongan los ojos y los nervios; existe la idea, y lo demás participa de ella. Y esas Ideas no nacen ni perecen; de ellas nace lo sensible. Lo que hace vivir al cuerpo es el alma, que es el alma, que es inmortal, pues no admite lo contrario a ella, que es la muerte. Por ello hay una tarea ética: cuidar del alma apartándola de las pasiones, alimentándola de templanza y pureza. Este es el camino de la purificación, y por ello acepta con serenidad cuando llega el Sirviente de los Once a darle la cicuta. Sócrates acepta las indicaciones que el carcelero le da para tomar adecuadamente el veneno, se despide de sus amigos, toma el veneno y muere tranquilamente, no sin antes recordar a Critón que lleve a Asclepio el gallo que le tenía prometido. 

domingo, 13 de octubre de 2013

RETO DE LA FILOSOFÍA A LA CIENCIA


   Cuando hablamos de filósofos presocráticos, comenzamos repasando a aquellos que buscaban la razón del cambio en el mundo físico en un principio racional, a veces identificado con un elemento material como el agua - Thales de Mileto  - o el aire - Anaxímenes de Mileto. Pero no todos los filósofos presocráticos daban explicaciones similares, siendo Parménides de Elea (alrededor de 530 a C. - 470 a C.) uno de los filósofos más originales de esta época, ya que para él la multiplicidad y el cambio que percibimos en la naturaleza no es sino un conocimiento confuso y engañoso, es la vía de la opinión o doxa, que siempre nos llevará a conocimientos falsos. Por el contrario, la verdad tiene su vía en la razón, el camino que nos conducirá a aquello que es inmutable, que siempre permanece igual. De ahí su postura de negación del movimiento y el cambio y la imposibilidad de la división del espacio y el tiempo.

   La filosofía de Parménides requiere un grado de abstracción para ser entendida mayor que la de los primeros filósofos - los jonios, los físicos -, y por ello, uno de los discípulos de Parménides, Zenón de Elea, ideó una serie de pruebas para demostrar que las tesis de Parménides eran ciertas y no cabe defensa racional de la multiplicidad del ser o la infinita divisibilidad del espacio. Estas pruebas acuden a la fórmula lógica de la Reducción al Absurdo; esto es, parte de lo contrario que quiere demostrar para llegar a una contradicción por esta vía, no teniendo otra alternativa que negar su punto de partida, esto es, afirmar la tesis que quería demostar. De entre las pruebas lógicas ideadas por Zenón, la más famosa es la PARADOJA DE AQUILES Y LA TORTUGA, que, de forma muy resumida plantea lo siguiente:
1.- Supongamos que el espacio es infinitamente divisible.
2.- Tomemos a Aquiles "el de los pies ligeros" - el hombre más rápido de su tiempo - y a una sencilla tortuga, y hagamos una carrera entre ambos.
3.- Para limar las diferencias naturales entre ambos seres, demos a la tortuga una generosa ventaja de salida en la carrera.
4.- Cuando Aquiles salga del punto de partida, la tortuga le llevará un gran espacio de ventaja; conforme Aquiles se vaya acercando a ese punto, la tortuga habrá adelantado otro espacio, por pequeño que sea, y así sucesivamente,de forma que ....!Aquiles es incapaz de alcanzar a la tortuga!.

    Este es el planteamiento, y como seguro que te habrá parecido que en algún momento hay algo que no "cuadra" en la historia, te propongo que desmontes desde la ciencia - ello implica desde la Física y desde las Matemáticas (ambas) - la paradoja de Zenón y la tortuga. Para ello puedes usar los comentarios que admite la entrada. La única condición es que la explicación sea redactada, no sólo con fórmulas que puedas copiar de algunos sitios.

    ¡Buena suerte!